Esta es la historia de un intrépido niño –Un poco comelón, y curioso por momentos–.
¿Quieres saber qué ocurrió? Vamos a ver…
Observando fijamente un tarro de golosinas, el pequeño Juan sintió el enorme deseo de comer todo lo que sus ojitos veían. Justo allí, tuvo una brillante idea…
¿Por qué no tomarlos todos? Pensó. A fin de cuentas, nadie está mirando (al menos eso creía).
Sujetó el frasco, deslizó sus deditos hasta lo más hondo del tarro y agarró lo máximo que pudo; pero, al momento de sacar los dulces, su mano quedó atascada.
–¡Oh, no! Exclamó.
El niño nunca pensó que esto podría pasarle; enseguida empezó a llorar, y su ansiedad aumentó. Un amigo que estaba a lo lejos, le dijo:
–Si sacas solo la mitad, tu mano saldrá de allí.
Esto, solo lo llevo a pensar que, aunque solucionara su conflicto, no lograría tener la totalidad de los dulces.
A veces, queremos abarcar más de lo que podemos; en lo personal, en lo familiar, en lo laboral. Nos centramos en querer tener el control de las cosas (circunstancias y personas), y en desear más de la cuenta.
«La codicia es raíz de muchos malestares». No olvides eso.
Moraleja: A veces, menos es igual a más.
El ser impulsivos, nos conduce a desear, o hacer, más de lo que podemos sobrellevar. Nos muestra una aparente visión de «victoria» que, inevitablemente, solo nos empuja al fracaso.
Las respuestas pongan.