Érase un burro que, en lo más crudo del invierno, soñaba con la llegada de la primavera. Aunque en esta época descansaba plácidamente en el establo, tenía que comer paja seca. ¡Qué ganas tenía de poder llevarse a la boca hierba fresca y verde! Todos los días se lamentaba soñando con tan exquisito manjar.
Por fin, llegó la tan ansiada primavera y nuestro descontento burro tuvo su añorada hierba, pero comenzó a tener que trabajar duramente, pues era la época de la labranza del campo.
El burro, harto de las largas jornadas de duro trabajo, soñaba con la llegada del verano.
El verano llegó y, además de las largas jornadas de trabajo, se sumó el calor que aún empeoró más su situación. ¡Cómo deseaba que llegase el otoño! Día tras día era en lo único que pensaba.
Cuando llegó el otoño, las labores del campo habían disminuido, pero tuvo que acarrear grandes cargas de leña para hacer acopio para el duro invierno que ya se acercaba. El burro no dejaba de quejarse por todo lo que tenía que trabajar.
Cuando al final llegó el invierno y pudo descansar, el burro comprendió que había pasado un año entero soñando con que llegasen otros momentos en lugar de intentar disfrutar las cosas buenas que tenía en el presente.
Moraleja: Hay que vivir y disfrutar las cosas buenas del presente, puesto que en el futuro no sabremos lo que vendrá.
Está muy bonita la fábula
Muchas gracias por tu valoración positiva de nuestra fábula.