Un día como otro cualquiera, una hermosa garza real sobrevolaba las aguas calmadas de su laguna. Tan calmas estaban que no la dejaban ver los excelentes peces que vivían dentro de ella. De pronto vio pasar a nado una carpa. Pero en realidad a pesar de lo fácil que hubiese sido atraparla, la garza no tenía apetito en ese momento.
Tomó la decisión de dejarla pasar y ya luego buscaría un delicioso bocado que comer. Unas horas después sintió apetito y decidió que era la hora de almorzar. Comenzó a buscar en la laguna la suculenta carpa. Pero esta ya se había ido.
Buscando minuciosamente vio nadar cerca de sus patas unas tencas, las miró por unos segundos y pensó:
– ¿Yo comer tencas? ¿Cómo me podré conformar con un bocado tan ordinario y que sabe a lodo?- Siguió en su espera con la esperanza de que la carpa volvería a pasar. Un rato después solo vio venir un minúsculo gobio. Se quedó observándolo y dijo:
-¡Dios no lo permita! Soy una garza real, no abriré mi pico por un bocado tan pequeño.
El tiempo seguía pasando y su hambre seguía arreciando. Así que la garza tuvo que abrir su pico por una pequeña y simple lombriz. Tuvo que dejar las exigencias y conformarse solo con eso, ya que el hambre apremiaba.
Moraleja: No califiques despreciable lo bueno y lo mediano, debes tener en cuenta la historia de la garza y el gusano.